«Oficio noble y bizarro

entre todos el primero

porque en el trajín del barro

Dios fue el primer alfarero

y el hombre el primer cacharro»

«Oficio noble y bizarro
entre todos el primero
porque en el trajín del barro
Dios fue el primer alfarero
y el hombre el primer cacharro»

CÓMO Y POR QUÉ SE HIZO ALFARERO

Pedro Mercedes nace en Cuenca, en la Cuenca de abajo pero con todo la Cuenca antigua y misteriosa; el 31 de Julio de 1921, en la calle Carretería, hijo de Tomás, asentador de frutas, y Encarnación.

Entre su padrino de pila ”Pelaspigas”, banderillero, y su padre deciden que debe ser torero, y el niño hace el paseíllo en la inauguración de la Plaza de Toros de Cuenca, en 1927.

Al morir su padre en 1929, su madre, se casa en segundas nupcias con Florentino Merchante, el alfarero. Para Pedro Mercedes la suerte está echada. La primera vez que tuvo ante sus ojos a su padrastro torneando una pieza quedó deslumbrado. Y supo que ya nunca podría dedicarse a otra cosa que al divino oficio de alfarero.

En abril de 1933, abandona la escuela y empieza a colaborar con su “tío” desde los trabajos más humildes.

Comienza a asistir a la Escuela de Artes y Oficios, de la Diputación Provincial, bajo la mano de su profesor Fausto Culebras, pintor y escultor conquense.

Con el descubre su gran intuición, la posibilidad cierta de que el modelado del humilde barro, bordado y rayado, pueda convertirse en sublime arte.

Iniciándose con su primer botijillo en 1934, pasando después a hacer piezas mas grandes como botijos, orzas y cántaros. Estas tareas hace desarrollarse la perseverancia y el respeto hacia el proceso natural del barro, que junto a la ternura, consolidan la personalidad del alfarero.

Aumenta su interés por ensayar, es cuando siente la tentación de rayar, produciendo la incisión en el pulido y virginal cuerpo de un «cacharro» de barro, secado a su «amor» y finalmente dibujar.

Crea así la técnica del raspado, que ha de transformar el concepto de la alfarería conquense, para lo que utiliza un clavo y una navaja, ensaya con el negro, y sobre una superficie ya cubierta, raspa y desnuda el color de la arcilla, dura pero moldeable.

Y a partir de 1939 entra de lleno en este terreno, empezando a elaborar estilizados cuadros en los que animales y seres humanos aparecen mezclados.

En 1943 el servicio militar, en Toledo, mas de 48 meses alejado de su vocación. Allí templa como el acero, su ánimo, su voluntad, esa decisión de hacer lo que él siente por dentro.

ANGUSTIAS Y EL ALFAR: ALGO MÁS QUE SU VIDA

Pedro Mercedes ha conocido a Angustias en 1940. El destino da otra vuelta a la tuerca de la vida de Pedro Mercedes, aparece el otro gran amor de su vida, el único que se puede enfrentar con fuerza al del alfar, ya que Angustias ha sido el complemento ideal, el razonamiento lógico que contrapresta el mundo fantástico de Pedro Mercedes.

En 1948 compran la alfarería, que no podía estar situada en otro sitio que en el barrio de San Antón, conocida popularmente como «Las Ollerías», y hoy acertadamente llamada Avenida de Los Alfares.

A orillas del río Júcar, ha quedado instalado el que ahora es único alfar árabe de Cuenca y posiblemente de España.

Sin dejar los botijos de lado, se busca a sí mismo en los vasos ibéricos, y quitando horas al sueño, después de la tarea de cualquier alfarero, poniendo esperanza en la faena, descubre, ve, que combinando barnices y jaspeando se consigue un buen color.

Comienza también a experimentar en el mundo de las formas y los volúmenes. Remodela el ancestral toro ibérico, su origen data de varios siglos antes de Cristo, caballos, ciervos, dioses, héroes, van definiendo ese mundo mágico en que se sumerge el alfarero.

Hacia ese alfar se acercan personajes y personalidades, y de él salen piezas hacia todas las partes de la tierra. Hasta el genial Picasso, artista al que Pedro Mercedes admira, llegan ciertas piezas comentando que: ‘Un mismo duende nos ha rozado a mí y al alfarero de Cuenca’.

Su obra es alabada por grandes artistas, intelectuales y cuantas personas tengan la mínima sensibilidad que frente a los trabajos de Pedro Mercedes, les permita captar la personalidad de una naturaleza sencilla, de un hombre ganado por el amor a la tierra.

Con todo la frase que más ha elogiado a Pedro Mercedes, es la que le dijo su fiel ayudante de siempre en el alfar, José Martínez: ‘Pedro yo hago el cuerpo de los cacharros, para que tú les pongas el alma’.

El horno de Pedro Mercedes se apagó en 1988, el torno ha dejado de girar. Pedro Mercedes quiso ser fiel, a su barro, a su horno de leña y abandonado de esa fuerza juvenil, no quiso suplirla por la tecnológica.

Pero la fuerza imaginativa, seguía latente en él y necesita continuar creando.

Sustituyó la navaja y el clavo por el buril, el barro por la plancha de cobre, el raspado por el grabado.

Y ha seguido siendo el mismo Pedro Mercedes de siempre, porque trazo y envolturas espirales son lo suyo; sus animales míticos, toros, hombres y mujeres estilizados, soles y espigas se siguen abrazando en una mezcolanza extraña pero armoniosa en sus grabados.

Sus símbolos siguen presentes en su nueva obra, en la que ha experimentado nuevos colores y temas.

En el 2004 fallece su esposa Angustias, situación que le afecta física y moralmente, hasta que deja de existir, en su siempre querida Cuenca, en Febrero del 2008.

UN SUEÑO A PUNTO DE HACERSE REALIDAD

A Pedro Mercedes siempre le costaba muchísimo desprenderse de sus obras. Como consecuencia de este amor a sus “cacharros”, de vez en cuando apartaba una pieza, que le transmitía algo más, para su deleite particular. Parte de esa colección pasa a ser propiedad de la Junta de Castilla La Mancha en el año 2002.

En el 2010 el Ayuntamiento conquense quiere darle un reconocimiento definitivo a su trayectoria creando el “Museo Pedro Mercedes”, el museo de una vida dedicada al barro, con objeto de difundir su obra y su alfar, a nivel local y nacional. Se puede cumplir así uno de los sueños de Pedro Mercedes.

Este ha sido Pedro Mercedes el «cacharrero», en donde entre varias de sus piezas de su alfar, se ve un azulejo con el siguiente verso:

«Oficio noble y bizarro/ entre todos el primero/ porque en el trajín del barro/ Dios fue el primer alfarero/ y el hombre el primer cacharro»

Y es que no se puede pedir más, ni como artista, ni como persona. Gracias Pedro.